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viernes 23 de julio de 2010

GOVERNADOS POR LA PALABRA DE DIOS

Si Cristo reina como suprema autoridad sobre su reino, y si nosotros somos sus súbditos, entonces nuestras vidas deben de ser gobernadas por él. ¿Qué significa, exactamente, ser gobernados por Jesús?

De acuerdo al diccionario, gobernar significa “guiar, dirigir, controlar todas las acciones y comportamientos de aquellos bajo autoridad”. En corto, debemos permitir a Jesús controlar todas nuestras acciones y comportamiento, incluyendo cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras.
Jesús también rige las naciones del mundo. La Biblia nos dice, “El señorea con su poder para siempre; sus ojos atalayan sobre las naciones; los rebeldes no serán enaltecidos” (Salmo 66:7). “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos” (Salmo 103:19).

No se engañe – nuestros países no están gobernados por los políticos, o por una autoridad humana. No está controlado por las entidades financieras tampoco. Ningún otro poder, sobrenatural o de la tierra reina sobre América o cualquier otra nación. Sólo Dios está en control. El está sentado como Rey de Reyes y Señor de Señores, gobernando y reinando sobre toda la creación desde su trono celestial.

En toda América estamos viendo un decaimiento moral terrible, el surgimiento de lo oculto, deviaciones sexuales rampantes, ateísmo atrevido y vociferante. Algunos Cristianos temen que las hordas del infierno estén tomando lentamente nuestras naciones, estableciendo el reino de tinieblas de Satanás.

No necesitamos preocuparnos. Isaías nos asegura, “Quebrantó Jehová el báculo de los impíos, el cetro de los señores… ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones…Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es este aquél varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos?” (Isaías 14:5, 12, 15-16).

Amados, nuestro Dios no está ansioso ni preocupado por Satanás. El no está angustiado sobre lo que nosotros vemos como un avasallamiento de nuestras naciones. Con tan sólo una palabra de la boca de nuestro Señor, Satanás se irá para siempre, y será atormentado por toda la eternidad. Por lo tanto, no debemos temer a lo maligno.

En ningún otro reino Dios gobierna tan soberanamente y tan poderosamente como en su propio reino – el que él ha establecido en los corazones de sus hijos.

Jesús dijo, “he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). Y es en ese reino – el dominio de nuestro corazón – que Cristo reina supremamente sobre sus hijos, guiándonos, sanándonos, gobernando nuestras acciones y comportamientos.

“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:7). Este verso habla del reinado de Jesús a través de toda la eternidad sin fin. Pero también tiene otro significado importante: Debemos siempre aumentar nuestra sumisión al gobierno de nuestro Rey.

¿Puede usted decir honestamente que día tras día, el gobierno de Jesús sobre usted está aumentando? ¿Está usted sujetando su comportamiento más y más bajo su autoridad?

Usted puede preguntarse – si Jesús está en los cielos, gobernando en total autoridad a la diestra del Padre, ¿cómo gobierna su reino aquí en la tierra? Encontramos la respuesta en el libro de Hebreos. El autor nos dice que en el Antiguo Testamento, Dios habló a su pueblo a través de los profetas. Pero hoy día el Señor ha elegido hablar a través de su Hijo (ver Hebreos 1:1-2).

Jesús es el mensaje explícito de Dios para nosotros – la Palabra divina hecha carne. Y el Padre, nos ha enviado al Espíritu Santo para recordarnos las palabras que Jesús habló mientras estuvo en la tierra. Así, Jesús nos gobierna por la escrita y revelada Palabra de Dios. La Biblia es el cetro de nuestro Rey, por medio de la cual él hace que su palabra sea conocida por nosotros.

Si usted quiere escuchar el testimonio de un hombre que era gobernado por la Palabra escrita de Dios, usted lo puede encontrar en el Salmo 119:11, “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (ver también los versos 105, 123, 133, 162).